lunes, 3 de agosto de 2009

Amor.

No es el momento en que evoco tu boca, ni los instantes repetidos que se multiplican en mi mente. A través de ti o de tu mirada bruja, nazco tibio en un vuelo de manos fugaces. Para pronunciar tu palabra, esa mágica palabra, es que pongo a hervir mi mente y mis ojos llenos de ti, hermosa palabra como una espada cayendo interminable. No me refiero a lo que significas, ni a tu sentido. Es esa rara esencia por la cual todas las manos se unen y todas las bocas se besan… el amor, esa palabra.
Así como vamos o volvemos, así en viento, en agua o fuego, el amor se instala como en un sueño, por un ala de magia y las notas de su memoria indeleble en cada eterno amante. Todos somos sus súbditos, y él, salvaje amigo, se divierte haciéndonos soñar y nadar como en un sopor de rosas benditas.

Amor, Amor, Amor, esa palabra dormida en el cielo de un patio silencioso, lloviendo pétalos milagrosos. Amor: música, rito, tempestad, locura y abismo, vértigo sinfónico: Amor.


Los países de viaje en una dimensión de agua. Un mapa de amor, un país de amor, un sueño de amor. Eres el momento en el que nos miramos y todo parece continuar en su letargo de largas olas, largos mantos como alfombras tocadas por un rayo luminoso...

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